Desde el punto de vista de su origen, de acuerdo con PRORADAM (1979), en la región suramazónica colombiana, se presentan los siguientes tipos de suelos:
En el sector cordillerano se presentan suelos de espesor muy delgado, debido a la alta pendiente del terreno. De igual manera, y de forma muy localizada se presentan suelos formados a partir de depósitos volcánicos.
La evolución, clase y propiedades de los suelos varían de acuerdo con la posición que ocupan en la geoforma. Así, en los planos de inundación (vegas) son muy superficiales, muy pobremente drenados y sufren prolongadas inundaciones; son en términos generales ácidos a muy ácidos, con un alto contenido de aluminio que los hace tóxicos; las texturas son muy finas a finas, la consistencia firme, pegajosa y plástica, y pertenecen a las clases Tropaquepts, Fluvaquents, Epiaquents, o Endoaquents, con los subgrupos Typic, Tropic o Aeric, Tropic.
Estos suelos tienen buena disponibilidad de calcio, magnesio y potasio y ofrecen por lo tanto condiciones químicas aceptables para algunos cultivos. Igualmente presentan contenidos moderados de minerales que al intemperizarse ceden elementos nutritivos, por lo cual se consideran de buena fertilidad potencial. El principal limitante radica en las inundaciones frecuentes de duración variable.
Los mejores suelos para desarrollar actividades agrícolas son los que se asocian con los depósitos aluviales de los ríos de origen andino, por su alto contenido de elementos químicos necesarios para las plantas. De igual manera, presentan buenas posibilidades algunos sectores de los suelos originados de abanicos aluviales en el piedemonte cordillerano; mientras que en los suelos asociados a la planicie sedimentaria requiere un manejo rotatorio, similar al realizado por las comunidades indígenas a través de las chagras.
De acuerdo con la clasificación mundial de suelos, a nivel de Orden, en la región se presentan los siguientes: